lunes, 19 de marzo de 2012

Escritura dramática-Tema 3. Teoría: La técnica para crear un texto teatral: la estructura. A) La trama y el conflicto.

Tema 3: La técnica para crear un texto teatral: la estructura
-La trama
Partiendo del modelo clásico, podemos definir la estructura dramática como una serie de sucesos relacionados con arreglo a una lógica y necesi­dad determinada (trama), que unos seres (personajes) viven en un lugar (espacio teatral), y un tiempo (con urgencia dramática), que va a dar un sentido específico a todos los diversos elementos que intervienen en ella. Depende, por tanto, de la naturaleza de los incidentes de la fábula, así co­mo del orden y evolución de estos incidentes al desarrollarse en la vida de los personajes.
El diccionario nos da, como primera definición, que «trama» es un con­junto de hilos que cruzados y enlazados con los de la urdimbre forman una tela, y, también, que es una disposición interna, contextura, ligazón entre las partes de un asunto u otra cosa, y, en especial, el enredo de una obra dramática o novelesca.
La trama dramática puede definirse como una serie de sucesos ordena­dos de la forma más conveniente por el dramaturgo para conseguir el efec­to deseado de la acción. Gracias a ella, la ficción adquiere un sentido, un desarrollo espacial y temporal, y se convierte en una metáfora del mundo que da el autor. Crear una trama es, pues, introducir un orden determina­do en el material que nos suministra nuestra imaginación, a partir del prin­cipio aristotélico de que la trama es el alma del drama, y, que dicha trama, no es imitación de la vida, sino de la acción. La esencia de lo dramático es­tará conformada, pues, no por hechos normales y cotidianos de la vida re­producidos en escena, sino por elementos puestos en conflicto que den lugar a una acción, y que ésta, por su naturaleza, despierte una respuesta emocional en el personaje -y en el espectador-. Esa acción, que provo­ca el conflicto, será la responsable de canalizar y mostrar el enfrentamien­to entre las partes en pugna de la trama.
A lo largo de la historia del teatro ha habido un constante debate en la valoración de la trama dentro de una obra. No hay que dar a la palabra trama un sentido limitado y rígido que impida, por ejemplo, la utilización de subtra­mas en una obra. Las opiniones negativas, como la de Voltaire sobre las tramas laterales de las obras de Shakespeare, no se sostienen siglos después. La concepción documental de la vida de los au­tores naturalistas hizo que también se opusieran a la trama como vía estructurada del desarrollo de la acción. Pretendían «ir a la vida misma» con su obra, cosa que la trama trata precisamente de evitar. Un pa­so más definido aún en la batalla contra la trama lo dio el simbolismo, que no sólo trató de prescindir de los acontecimientos, sino, a veces, de la ac­ción misma. Será Bertolt Brecht uno de los autores de nuestro tiempo que más defienda la vuelta de la trama al primer plano de la construcción dramática.
Para descubrir la trama de una obra es importante prestar atención a lo que pasa, real y profundamente, en ella. Es decir, la batalla a la que asisti­mos. No lo que pasa en su capa superficial, o lo que dicen los personajes en sus diálogos que pasa, o incluso el autor en sus acotaciones o prólogo, sino el pensamiento central que ha movido los acontecimientos de princi­pio a fin de la obra, su necesidad, sus luchas y sus conclusiones.
To­do lo que está en un texto dramático está para comunicar algo definido. A través del tipo de acontecimientos podremos descubrir la personalidad de los personajes, el estilo en que se sitúa, y la intencionalidad del autor. Ben­dey, en su libro La vida del drama, señala que en las tramas de los grandes maestros hay que tener en cuenta hasta el detalle aparentemente más in­significante, y nos invita a aprender observando la forma en que Shakes­peare o Lope de Vega enlazan cada incidente con el siguiente. Las grandes tramas se consiguen al aplicar determinados principios integradores (por ejemplo, un oráculo y su consumación constituyen uno de esos princi­pios). «En el teatro -dice Bentley- las profecías no se mencionan porque sí. Lo que se profetiza en el primer acto va a cumplirse más adelante, y los espectadores lo saben».

-El conflicto
El público de todos los tiempos, conocedor o no del arte dramático, cuando va al teatro espera encontrar una ficción contada de una manera artística (orden, ritmo, belleza y armonía), y un choque entre partes (desa­juste, lucha y crisis: conflicto).
Tomemos, como ejemplo de conflicto, dos obras muy conocidas en la historia del teatro, de diferentes épocas y estilos: Romeo y Julieta de Wi­lliam Shakespeare, y La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca. Si al empezar Romeo y Julieta saliera Romeo a escena y dijera a Julieta: "Te quiero», y ella contestara: "Yo a ti también», y los padres dijeran: "De acuer­do, podéis casaros y ser felices», no habría obra. Como tampoco la habría si, ante la negativa de los padres, ellos se resignaran y obedecieran, sepa­rándose. La obra tiene lugar porque hay conflicto y enfrentamiento. ~
En La casa de Bernarda Alba, si Adela quiere a Pepe el Romano, éste le corresponde, y las hermanas y la madre dicen: "¡Qué bien, no hay nin­gún problema!», no sería posible la obra. O si la madre y las hermanas se oponen, al amor de Adela hacia Pepe el Romano, y ella se resigna; tampo­co podría seguir adelante ese desarrollo dramático.
En estas dos obras citadas, como en tantas otras, los personajes se en­cuentran muros físicos (dificultades reales sobre el escenario que les impi­den conseguir sus deseos), y otros morales, sociales, familiares, etc. (desa­juste de los personajes con el medio, con las costumbres, con las leyes...). La desobediencia, la falta de acatamiento a esas prohibiciones, es el en­frentamiento que dará origen a la obra y a la vida de los personajes.
Prohibición y desobediencia son, pues, fundamentales, ya que el en­cuentro de dos personajes -uno del lado de la prohibición de algo, y otro del lado de la desobediencia- es el resorte de donde surge la colisión que da lugar al teatro. Si la vida se desarrollara en un hipotético perfecto y pa­radisiaco lugar donde cada uno tuviera siempre lo que quisiera, el teatro no sería posible. La escritura dramática expone y desarrolla conflictos, es decir, plantea las dificultades de un personaje que se fija una meta incom­patible con el statu quo en el que se encuentra (política, amorosa, familiar o económicamente, etc.). Cada personaje defiende su deseo según su per­sonalidad, sus razones y sus necesidades. De una escena a otra se van re­duciendo sus oportunidades de obtener lo que desea, y va aumentando la urgencia por conseguirlo, ya que el tiempo se le acaba, hasta llegar a un punto en el que no se puede ir más lejos en la situación.
Un argumento, sin esta lucha, nunca puede ser dramático, sino una his­toria descriptiva y narrativa. La resolución de esos conflictos estará en fun­ción de la ideología del autor.

El conflicto provocará tensión dramática. Llamamos «tensión dramática» al estado en que se sitúa cada personaje al intentar conseguir su meta. Si en la obra no está en peligro algo impor­tante para ellos (el amor, el poder, el futuro, el honor, la vida...), la trama no tendrá fuerza. Esa tensión dramática nos mostrará a unos personajes que evolucionan desde el principio hasta el final de la obra, en función de que estén consiguiendo, o no, sus deseos. Porque -y esto es fundamen­tal- el conflicto en que están inmersos revela el interior de los personajes, y los modifica (o reafirma en su esquema originario de personalidad). En el desarrollo del conflicto se van mostrando, por tanto, capas ocultas de su ser; vemos cómo son, cómo evolucionan, cómo cambian según transcu­rren los acontecimientos en pugna. El conflicto impulsa, pues, la trama, es el motor que tira de la historia, el eje vertebrador que da unidad a las partes dispersas del relato escénico.

-Tipos de conflicto

-Conflicto interno: tiene lugar cuando un personaje no está seguro de sí mismo ni de sus actos o no conoce las razones profundas de sus emociones o sus deseos.
-Conflicto de relación: se origina cuando se enfrentan las metas, mutuamente excluyentes, del protagonista y el antagonista.
-Conflicto de situación: los personajes luchan contra un presente heredado de su pasado, quieren dejar el lugar donde viven, su entorno, y aspiran a una situación económica, social y personal mejor.
-Conflicto social: lucha del hombre contra su entorno, las leyes y costumbres de una comunidad, contra una estructura social, política o económica existente.
-Conflicto sobrenatural: tiene lugar entre un personaje y una fuerza no humana: un dios, un objeto, un espacio…

 El conflicto entre el personaje y el statu quo (ese mundo que ya está hecho cuando nacemos con una cultura, unas clases sociales, unas normas, unas costumbres, unos ritos, unos dioses, un reparto de bienes), la lucha del personaje contra esa situación establecida, que defienden otros personajes, es el más repetido en la historia del teatro.